7. Quizás nos precipitamos al decretar la muerte de Dios. De la que sí podemos estar seguros es de la muerte de Mr. Wonderful. Su bancarrota no es solo el cierre de una empresa: es el epitafio de una época. Mr. Wonderful fue el icono sonriente de una ideología del yo que convirtió la autoayuda en religión y la autoestima en sacramento. Sus dogmas eran simples y seductores: “Cree en ti”, “tú puedes con todo”, “sé la mejor versión de ti mismo”. Un catecismo de la salvación por el yo. Pero esa fe en la autosuficiencia —vestida de frases cursis y colores pastel— no podía sostenerse mucho tiempo. El imperio de las tazas motivacionales se derrumbó cuando una generación exhausta comprendió que no podía más, que el optimismo ya no curaba su tristeza. La quiebra de Mr. Wonderful es la confesión cultural de que el yo no basta y de que quizá, ha llegado la hora de volver a creer en algo más grande que uno mismo. Ha llegado la hora de trascender.