6. En medio de ese cuento infantil convertido en pesadilla, algo insólito ocurre: la generación de Rosalía vuelve la mirada hacia lo sagrado, y, entonces, el misterio acontece. Tras la resaca del individualismo, resurge el ansia de comunidad; tras la saturación del deseo, el anhelo de sentido. No es una vuelta al dogma, sino al asombro. Los mismos jóvenes que crecieron entre confinados entre pantallas y algoritmos descubren, con desconcierto para sus padres, que el alma existe. Que no basta con quererse a uno mismo, ni con reinventarse cada día. Que hay algo —alguien— que llama desde fuera, o desde dentro, pidiendo lugar. Ese retorno no es nostalgia, sino revelación: en la grieta del yo entra la luz.