5/12/25

8. Una idea acude a la mente de repente, pero el corredor es incapaz de retenerla o congelarla porque fluye velozmente y desaparece sin dejar rastro. Ataca una cuesta y debe disminuir su ritmo de carrera. El corazón se lo pide y los pulmones se lo suplican. Aunque no se detenga, sabe que debe dosificar su esfuerzo. - Mientras sube por la ladera, ve la ciudad a sus pies. Se siente como un pequeño dios, pareciéndole que empuja el cielo con su cabeza. Desde allá arriba, todo empequeñece: preocupaciones, manías y quebraderos de cabeza. Con cada par de pasos, medio metro de altura. Afloja el gas, temeroso de quedarse sin aliento y afianza bien la zancada, para no desaprovechar el impulso. - EL CORREDOR DE FONDO