10. LA VERDADERA LUZ DE LA NAVIDAD - Un último aspecto sobre el que el predicador de la Casa Pontificia nos invita a reflexionar es que «si Dios ha elegido habitar nuestra carne, entonces cada vida humana lleva en sí una luz, una vocación, un valor indeleble». Esto nos lleva a concluir que «no vinimos al mundo simplemente para sobrevivir o navegar el tiempo lo mejor posible», sino «para acceder a una vida más grande: la de los hijos de Dios». Así, la tarea de la Iglesia es «ofrecer la luz de Cristo al mundo. No como algo que imponer o defender, sino como una presencia que ofrecer», permitiendo que todos se acerquen. Por lo tanto, «desde esta perspectiva, la misión no consiste en forzar el encuentro, sino en hacerlo posible», concluye el Padre Pasolini. - «Una Iglesia que ofrece la presencia de Cristo a todos no se apropia de su luz, sino que la refleja. No se sitúa en el centro para dominar, sino para atraer», por lo que «se convierte en un espacio de encuentro, donde cada persona puede reconocer a Cristo y, ante él, redescubrir el sentido de su vida». Por lo tanto, la perspectiva sobre los "hábitos misioneros" debe cambiar: a menudo se piensa que "evangelizar significa aportar algo que falta, llenar un vacío, corregir un error", pero "la Epifanía señala otro camino", que es el de "ayudar a los demás a reconocer la luz que ya habita en ellos, la dignidad que ya poseen, los dones que ya poseen". Por lo tanto, la catolicidad de la Iglesia consiste en "custodiar a Cristo para ofrecérselo a todos, con la confianza de que la belleza, la bondad y la verdad ya están presentes en cada persona, llamada a la plenitud y a encontrar en él su pleno sentido". En conclusión, para el predicador de la Casa Pontificia, "la verdadera luz de la Navidad 'ilumina a todo hombre' precisamente porque es capaz de revelar a cada persona su propia verdad, su propia vocación, su propia semejanza con Dios".