16/9/25

9. Queridos amigos, así como existe el dolor personal, también en nuestros días existe el dolor colectivo de pueblos enteros que, aplastados por el peso de la violencia, del hambre y de la guerra, imploran paz. Es un grito inmenso, que nos compromete a rezar y actuar para que cese toda violencia y para que quienes sufren puedan recuperar serenidad; y compromete ante todo a Dios, cuyo corazón palpita de compasión, para que venga su Reino. La verdadera consolación que debemos ser capaces de transmitir es la de mostrar que la paz es posible, y que brota en cada uno de nosotros si no la sofocamos. Que los responsables de las naciones escuchen particularmente el grito de tantos niños inocentes, para garantizarles un futuro que los proteja y los consuele. En medio de tanta prepotencia, estamos seguros, Dios no dejará que falten corazones y manos que lleven ayuda y consolación, constructores de paz capaces de animar a quienes están en el dolor y la tristeza. Y juntos, como Jesús nos enseñó, invocaremos con mayor verdad: “¡Venga a nosotros tu Reino!”. - JUBILEO DE LA CONSOLACIÓN