Baruc 4, 5-12. 27-29 ¡Ánimo, pueblo mío, que llevas el nombre de Israel! Os vendieron a los gentiles, no para ser aniquilados; por la cólera de Dios contra vosotros, os entregaron a vuestros enemigos. Porque irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a demonios que no son dios; os olvidasteis del Señor eterno que os había criado y afligisteis a Jerusalén, que os sustentó. Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba, dijo: escuchad, habitantes de Sión, Dios me ha enviado una pena terrible: el Eterno mandó cautivos a mis hijos e hijas; yo los crié con alegría, los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos. Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos que se apartan de la ley de Dios. ¡Ánimo, hijos, gritad a Dios!, que el que os castigó se acordará de vosotros. Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El que os mandó las desgracias, os mandará el gozo eterno de vuestra salvación.