8. Luego, el Señor repite: «¡Paz a vosotros!». Y añade: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (v. 21). Con estas palabras, confía a los apóstoles una tarea que no es tanto un poder como una responsabilidad: ser instrumentos de reconciliación en el mundo. Es como si dijese: «¿Quién podrá anunciar el Rostro misericordioso del Padre sino vosotros, que habéis experimentado el fracaso y el perdón?». -Jesús sopla sobre ellos y les dona el Espíritu Santo (v. 22). Es el mismo Espíritu que lo ha sostenido en la obediencia al Padre y en el amor hasta la cruz. Desde ese momento, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído: que Dios perdona, levanta, restaura la confianza. AUDIENCIA GENERAL