27/9/25

LAS PALABRAS DE LOS PAPAS. El miedo es una dimensión natural de la vida. Desde la infancia se experimentan formas de miedo que luego se revelan imaginarias y desaparecen; sucesivamente emergen otras, que tienen fundamentos precisos en la realidad: estas se deben afrontar y superar con esfuerzo humano y con confianza en Dios. Pero también hay, sobre todo hoy, una forma de miedo más profunda, de tipo existencial, que a veces se transforma en angustia: nace de un sentido de vacío, asociado a cierta cultura impregnada de un nihilismo teórico y práctico generalizado. Ante el amplio y diversificado panorama de los miedos humanos, la palabra de Dios es clara: quien "teme" a Dios "no tiene miedo". El temor de Dios, que las Escrituras definen como "el principio de la verdadera sabiduría", coincide con la fe en él, con el respeto sagrado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No tener "temor de Dios" equivale a ponerse en su lugar, a sentirse señores del bien y del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): quien teme a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, porque Dios, como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad. Quien lo ama no tiene miedo (…). (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 22 de junio de 2008)