HIMNO Crece la luz bajo tu hermosa mano, Padre celeste, y suben los hombres matutinos al encuentro de Cristo Primogénito. El hizo amanecer en tu presencia y enalteció la aurora cuando no estaba el hombre sobre el mundo para poder cantarla. El es principio y fin del universo, y el tiempo, en su caída, se acoge al que es la fuerza de las cosas y en él rejuvenece. El es la luz profunda, el soplo vivo que hace posible el mundo y anima, en nuestros labios jubilosos, el himno que cantamos. He aquí la nueva luz que asciende y busca su cuerpo misterioso; he aquí, en el ancho sol de la mañana, el signo de su gloria. Y tú que nos lo entregas cada día, revélanos al Hijo, potencia de tu diestra y Primogénito de toda criatura. Amén.